María y su compromiso con el futuro:

María Magdalena Ruíz Ávila es su nombre, pero bien podríamos llamarla, Minerva, como a la diosa romana de la ciencia, el arte y la sabiduría, porque ella es la guardiana de los libros de nuestras bibliotecas. Dicho de forma más precisa, esta mujer es la Jefa del Departamento de Gestión de la Información de la Universidad de Las Tunas, con sus salas de Hemeroteca y de lectura.

Debemos decir, sin embargo, que no es de ninguna urbe europea. Aunque tenga los ojos más azules que un cielo de mayo, es natural de esta ciudad. Se graduó muy joven de maestra primaria en esos mismos predios en los que hoy labora, cuando la “Pepito Tey” era la Formadora de Maestros y tiempo después se hizo licenciada.

Ha sido siempre una apasionada del trabajo con los niños, pero también de los textos y del servicio a los que llegan a la “Biblioteca” detrás del saber que se atesora entre revistas, enciclopedias, tesis y libros. Desde ambas facetas, varias generaciones conocen de su impronta.

“Las bibliotecarias somos personas que, por las características de nuestro trabajo, debemos aprender mucho del conocimiento de los usuarios, de los libros que buscan y a orientarnos entre las diversas fuentes de que disponemos. Uno se va entrenando, adquiere habilidades y llega el momento en que logra casi adivinar lo que desean los que nos visitan -incluso antes de que ellos mismos sepan qué encontrar. Con el tiempo se llega a conocer de autores, de temáticas, porque se vuelve necesario. Es que para poder orientar uno tiene que saber de qué se le está hablando”-me confiesa.

El sentido de la sabiduría de esta mujer no se queda en entre papeles impresos. Es más pleno. María disfruta de la música clásica pero también de Silvio Rodríguez y de Pablo Milanés. Ella es de esas generaciones capaces de reconocer valores culturales que hoy solo están de moda para los que no han perdido nunca el buen gusto. Pero, además, mantiene un compromiso con el futuro, que se expresa cuando dice: “He tenido varios estudiantes adiestrados aquí y siempre he tratado de inculcarles los valores de esta profesión, el amor por los libros, el amor por el conocimiento, el saber sobre las bibliotecas.”

Amor por las obras escritas que logró inculcar en su propia familia, a tal punto que hoy la hija de María, siguió los pasos de la madre y quién sabe si la nieta, otra asidua visitante de la Hemeroteca y la Sala de Lectura, termine siendo amante de los libros. Falta hace gente buena que lo entienda: las bibliotecarias son como diosas que llenan de luz las columnas de un templo.

Universidad de Las Tunas