15 de febrero 1898 – Voladura del buque El Maine

El acorazado Maine Mientras los mambises luchaban victoriosamente en la manigua por la independencia de Cuba, el acorazado norteamericano Maine explotaba misteriosamente en la bahía de La Habana a las 9:40 de la noche del 15 de febrero de 1898. La explosión fue en la proa donde la marinería tenía su dormitorio y seguidamente el fuego alumbraba un trágico espectáculo de muerte y horror. De inmediato hubo una respuesta solidaria de marinos españoles y habaneros que acudieron rápidamente a auxiliar a los sobrevivientes y trataron de dominar las llamas.

Antecedentes

Luego de iniciada la Guerra de Independencia en Cuba en 1895, los cubanos comenzaron una invasión desde oriente hasta el occidente de la Isla que culminó exitosamente a inicios de 1896. La repercusión internacional de esta hazaña militar se hizo sentir en los Estados Unidos, donde gran parte de la población simpatizaba con los insurrectos de la Isla. A finales de febrero el Senado de la Unión aprueba el reconocimiento de la beligerancia cubana por sólo 8 votos en contra, iniciativa que no fue aceptada por el presidente Grover Cleveland.

El 7 de diciembre de 1896 Cleveland dejó claro ante el Congreso su rechazo a reconocer la independencia o la beligerancia cubana, considerando a la República de Cuba como un gobierno en el papel; pronunciándose por darle solución a una guerra que destruía la riqueza, y centró su interés en buscar la paz mediante el establecimiento de un gobierno autónomo, al mismo tiempo que sugería la idea de comprar la Isla. Ese mismo día caía en combate uno de los principales líderes cubanos, Antonio Maceo, lo que llevó a pensar a los dirigentes españoles que el vigor combativo de las fuerzas cubanas decaería, sobre todo en las masas negras que componían el ejército mambí.

En 1897 Máximo Gómez escribe una carta al general Carrillo donde negaba rotundamente una posible autonomía de Cuba sin independencia, mientras que aceptaba a los EE.UU., como árbitros o mediadores en el negocio de una posible compra de Cuba por parte de los cubanos, siempre y cuando la soberanía de la isla y su independencia no sufriera menoscabo.

El 26 de junio el secretario de Estado de los Estados Unidos John Sherman, por encargo de su presidente, hizo entrega al embajador de España en Washington de una advertencia sobre el modo de hacer la guerra por Weyler que impresionaba tanto al pueblo como al gobierno. Tras la advertencia se ocultaban fuertes presiones económicas de hombres de negocios norteamericanos con grandes intereses en la Isla.

El 23 de septiembre el embajador de los Estados Unidos en Madrid dirige una nota al gobierno español dándole un plazo para que España formalice proposiciones que pusieron término a la guerra. El 25 de noviembre, por Real Decreto, España decidió implantar en Cuba y Puerto Rico la autonomía para complacer al gobierno estadounidense, a la vez que continuaba con las acciones bélicas que intentaban desarticular al Ejército Libertador, quien rechazó la maniobra autonómica y continuó la guerra.

El 6 de diciembre de 1897 el presidente de Estados Unidos William McKinley, en su mensaje al Congreso, negó la beligerancia a Cuba y presentó a los insurrectos utilizando los mismos métodos de Weyler; al mismo tiempo reconocía al gobierno español las medidas tomadas en la Isla y consideraba aguardar algún tiempo para apreciar sus efectos, a la vez que advertía:

“Sí posteriormente pareciera ser un deber impuesto por nuestras obligaciones con nosotros mismos, con la civilización y con la humanidad intervenir con la fuerza, sería sin falta de nuestra parte y sólo porque la necesidad de tal acción será tan clara como para merecer el apoyo y la aprobación del mundo civilizado”.

Estados Unidos, utilizando los canales diplomáticos, declaró a España a inicios de 1898 que continuarían con la política trazada por McKinley en el mensaje al Congreso. Se decidió además enviar al acorazado USS Maine en “visita amistosa” al puerto de La Habana, aunque tras estas supuestas buenas intensiones se hallaba una manera de presionar al gobierno español.

El Maine parte desde Key West, en la Florida, hacia La Habana, a donde llega el 25 de enero. El 6 de febrero fondea en Matanzas el crucero “Montgomery”. Según las declaraciones oficiales ambos navíos fondeaban en la isla para proteger los intereses norteamericanos en la misma.

El Gobierno español, interpretando este envío como una muestra de buena voluntad, se apresura a devolver la visita enviando a New York los cruceros acorazados “Vizcaya” y “Oquendo”.

La explosión

 

Restos del USS Maine en La Habana

El Maine estuvo fondeado en el puerto de La Habana durante tres semanas, hasta que el 15 de febrero de 1898, a las 21:40 horas, una violenta explosión en su interior, lo hizo hundirse con rapidez. Investigaciones posteriores determinaron que varias toneladas de pólvora habían detonado.

Al ocurrir la explosión, la mayor parte de la tripulación estaba durmiendo, o descansando, pero la alta oficialidad del acorazado estaba en tierra en ese momento.

De las 355 personas que componían la tripulación, 266 perdieron la vida como producto de la explosión, ocho de ellos, horas más tarde debido a las lesiones sufridas. 18 de los supervivientes eran oficiales.

El New York Journal y el New York World, propiedad respectivamente de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, dieron cobertura de prensa al suceso exagerando y distorsionando la información, fabricando incluso noticias inexistentes. Durante una semana tras el naufragio, el Journal dedicó como promedio ocho páginas y media de noticias, editoriales e imágenes de la explosión. Sus editores habían enviado a La Habana a un amplio número de reporteros y fotógrafos. Hearst, dueño del periódico, anunciaba:

La Jornada ofrece recompensa de $50,000 por la convicción de los criminales que mataron a 258 marineros americanos.[4]

Por su parte, el periódico de Pulitzer insistía constantemente en que el barco había sido bombardeado o minado, opinión que también publicó el Journal:

George Eugene Bryson, corresponsal especial para la Jornada en La Habana, envía un telegrama diciendo que es la secreta opinión de muchos españoles en la capital cubana, es que el Maine fue destruido por medio de una mina submarina o el impacto de un torpedo.[4]

Esta campaña contó con el apoyo interesado de empresarios estadounidenses que habían invertido grandes sumas en Cuba y soñaban con desalojar a España.

En marzo el dibujante del New York Journal, Frederick Remington, escribió a su jefe unas líneas desde La Habana: “Aquí no hay ninguna guerra. Pido que se me haga regresar“. Hearst le telegrafió la siguiente respuesta:

Quédese allí. Suminístrenos dibujos, yo le suministraré la guerra.[5]

Durante semanas, día tras día Hearst dedica varias páginas de sus diarios al caso del Maine, reclamando venganza y repitiendo sin cesar:

“Remember the Maine! In Hell with Spain” (¡Acuérdense del Maine! Al diablo España).[5]

Todos los demás diarios siguieron el ejemplo. El New York Journal pasó de 30.000 ejemplares diarios a 400.000, y posteriormente superó regularmente el millón de ejemplares.

Declaración de Guerra

El Gobierno de Estados Unidos utilizó el suceso como pretexto para declarar la guerra a España e inmiscuirse en la contienda que Cuba libraba contra el régimen colonial. Un informe sobre la explosión fue al Congreso pero casi lo engavetaron. Otro en que McKinley pedía autorización para entrar en guerra con España, prosperó en medio de una gran trifulca en el Congreso. En la comisión de relaciones exteriores del Senado se presentó un anteproyecto de resolución conjunta, en el cual se exigía la renuncia de España de su soberanía sobre Cuba y autorizaba a McKinley a emplear la fuerza para cumplir los fines planteados.

El 19 de abril el Congreso de Estados Unidos adopta una resolución conjunta en la que se declara que “el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”.

La resolución final era engañosa, aunque fue recibida por los patriotas cubanos como un reconocimiento de la lucha y sus méritos, y así la recibió también el pueblo norteamericano. El 25 de abril es declarada oficialmente la guerra, aunque desde el 22 se establece un bloqueo naval. El 22 de junio se produce el primer desembarco de soldados norteamericanos al este de Santiago de Cuba, en un lugar conocido por Daiquirí, que previamente había sido liberado por fuerzas mambisas.

Teorías sobre la explosión

Dos días después del hundimiento, las autoridades españolas crearon una comisión de investigación que llegó a la conclusión de que la explosión había sido, con toda probabilidad, interna.[6] Los norteamericanos habían rechazado la proposición de crear una comisión mixta y formaron la suya, presidida por el capitán de navío William T. Sampson.

Universidad de Las Tunas
Ernesto Alejandro Campos Domínguez

Ernesto Alejandro Campos Domínguez

Webmaster de la Universidad de Las Tunas, Cuba.